El trabajo de la artista “denota una gran potencia en la hechura del trazo que se contrapone a la propuesta que subyace a nivel compositivo y que tiene un carácter más sosegado”.
Sin duda alguna que la pintura de Gina Mariotto responde a un oficio llevado a cabo con gran intimismo. De este modo en sus piezas está la impronta del expresionismo abstracto en una suerte de mirada singular donde el color es la marca fundamental. Con Gina Mariotto estamos en presencia de un alma radiante y de un espíritu que recorre el mundo con un quehacer artístico constante, al igual que en la celebración permanente de la luz.
En días recientes tuve oportunidad de conversar por teléfono con Gina, luego de años sin prácticamente ningún contacto. Hoy en día la artista reside en Viena. A lo largo de esa plática muchas cosas vinieron a mi memoria y pude revivir la temporada en la cual fuimos vecinos en la ciudad de Caracas. Por esos tiempos, hace alrededor de quince años, yo estaba en una convalecencia y fueron muchas las oportunidades en que Gina se acercó a mi casa con delicateses para comer, así como con conversaciones interesantísimas donde la huella de lo humano, del arte y del oficio de la creación eran leitmotiv. Fue una época que recuerdo como idílica y donde pude ver de cerca lo que era el trabajo de Gina, quien por entonces tenía dos hijos aun pequeños, y llevaba a efecto las obras desde esa suerte de casa taller que tenía.
En el presente la dimensión de su trabajo, siempre circunscrito al formato bidimensional, denota una gran potencia en la hechura del trazo que se contrapone a la propuesta que subyace a nivel compositivo y que tiene un carácter más sosegado. De modo que la poética intrínseca en la obra de Mariotto pone en evidencia la dualidad presente en su propio ser en cuanto a que trabaja en su estudio en largas horas de soledad en donde confluyen el silencio y la efervescencia interior. Es justo a través de ese silencio y de la meditación como esta artista logra la expresión de facetas paradójicas y concreta esa poderosa pulsión de vida que irrumpe de manera salvaje en el trazo.
Asimismo, la constelación del color en la obra de Mariotto tiene peculiaridades que son expresión de sí misma. Se nota una cierta explosión en la rítmica cromática y la irrupción de colores cálidos sobre un plano compositivo donde hay en general una dimensión imbuida de matices bastante sobrios. Justamente me comentaba Gina, durante la conversación que tuvimos recién, que el paisaje que ella percibe en Viena carece de la exuberancia cromática propia del trópico. De modo que su universo personal se expresa justo a través de lo que paradójicamente falta. Pareciera que es justo el color el canal mediante el cual la artista plantea la órbita emocional en la que está inmersa y que posee una potente beta melancólica. Adicionalmente, la figura humana aparece en su obra desdibujada y como imbricada con el territorio de las emociones, logrando así una mirada en la que se materializan aspectos sensibles del Ser.
El día a día de Mariotto consiste de un trabajo arduo desde muy temprano en la soledad de su atelier. Es esa rutina, impregnada de una gran religiosidad, la creadora se interna en su dimensión interior para expresarse con libertad. Ella comulga en la cotidianidad con la epifanía de la divinidad y de la celebración de la luz. Ese es el carácter propio de Gina, así como un compromiso pleno con el oficio del arte hecho a través de la vivencia y de profundas reflexiones que redundan en una propuesta estética plena de sustancia, plena de misticismo.
Hay adicionalmente una gran elegancia en la apuesta de Mariotto, al igual que en la hechura de los acabados de su trabajo. En él se nota una minuciosidad y una limpieza excelsos, de forma que el dominio de la técnica, además de la reflexión que lleva a efecto esta artista en torno al fenómeno estético han significado el logro de una obra decantada y que expresa la vivencia del Ser que deviene, del alma que transita su paso por la temporalidad.
Asistimos con este texto en torno a Gina Mariotto a la epifanía de una creadora con una gran riqueza interior, así como a la vivencia de un alma luminosa.
Por: José Antonio Parra
Foto: María Gabriela Ruíz
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Gina Mariotto, comes from Venezuela as a sort of painting oxymoron. Sunny colors from intense light and shaded pastel tones blend in abstract enveloping imagery, depicting the carefree joy and intensive moods of this Italian-Venezuelan artist.
Her brushstrokes reveal a serious academic commitment telling us all about her many life loving facets. In fact, Gina expresses through her paintings her own words as traces of true inspiration, showing the viewer the same fancy, which is not unique to her family. Guillermo Mariotto, her brother and first admirer, himself a fashion designer of the Gattiononi House, is obviously an artist as well.
Dr. Sandro Bosi